jueves, 27 de noviembre de 2014

Un 27 de noviembre…
            Hace dos años, mi padre partió hacia la eternidad. Mis hermanos y yo, cumplimos con nuestro deber de hijos; enterrarlo con nuestras manos, y salvaguardar su memoria.
            Es difícil entender que su corazón esté silenciado, quizá algunas personas comenten, que son realidades de la vida.
            Padre, en muchas oportunidades pudiste ganarle al sol; cuando caminábamos a Pampachacra, a veces buscamos la sombra en Tullumachay o en Machí. Caminamos, siempre platicando de tu pasado y sobre proyectos del futuro.
            No hemos olvidado tu muerte, padre, el mejor recuerdo es el tiempo que nos diste cada día, y lo mejor fue convertirse en nuestro mejor amigo.
            Padre, solías hablarnos sobre las páginas de la vida; de los triunfos y las derrotas. Nos enseñaste a respetar los valores y los principios, y sobre todo a amar por encima de todo.
            Padre, hace dos años, un martes 27 de noviembre del año 2012, la noticia de tu muerte humedeció nuestro rostro. Aquella noche, el silencio estremeció  nuestro hogar. Aquella noche, antes que tu cuerpo entrara al ataúd, te di un beso en la frente, estabas como si estuvieras durmiendo. Miré tus ojos, tus mejillas, tus manos, sé que esa imagen jamás se borrará de mi recuerdo.
            Padre, veo tu foto, y pienso que aún estás en casa con nosotros. Sé que no es así. Nos enseñaste que la vida es difícil, y que tendríamos que salir airosos de todos los obstáculos, pero no nos enseñaste a vivir sin ti, sin tus consejos, tu risa.
            Padre, siempre vamos a visitarte, a llevarte flores. Escuchamos a lo lejos el eco de tu voz y ella nos dices que estás contento y siempre pendiente en torno a todo lo ocurre.
Hasta pronto, padre.

Danilo Barrón Pastor